miércoles, 17 de diciembre de 2008

Algún día tendré que escribir algo


Pues eso, que algún día tendré que retomar el blog y escribir algo para que ¿alguien? lo lea. Escribir algo de lo que me ha pasado en los últimos meses, el nacimiento de María, las clases, la tesis, la media maratón y todo tipo de asuntos importantes y menos relevantes que pienso que debería relatarlos aquí. Pero como el tiempo vuela y uno no tiene alas para volar con él, hasta que consiga una gestión eficaz de mi tiempo deberé dejarlo de lado.

domingo, 17 de agosto de 2008

Bye!

Son las once menos cuarto de la noche del sábado 16 de agosto de 2008, última noche de la estancia londinense. Mañana cenaré y dormiré en casa. Tengo ganas de volver, de cambiar de aires y descansar un poco. Este año he estado mejor en Londres, más a gusto y creo que he disfrutado mucho más la ciudad. Supongo que sería la experiencia. Eso no quita para que esté un poco quemado con la vida diaria en Londres, la gente, las prisas... en fin, Londres.
Creo que la tesis ya va tomando forma. Este año creo que he trabajado menos cantidad pero de más calidad. Menos lecturas pero que creo que más provechosas. Ahora me queda continuar con el trabajo empezado, seguir con las ideas que tengo y confiar en poder acabar la tesis a lo largo del curso 08/09. Mi beca termina en julio del año próximo y me gustaría, como mínimo, tenerla escrita en el período de la beca. Luego el papeleo ya vendrá y lo retrasará todo unos meses, pero eso es normal.
Digo que “querría tenerla escrita” en este curso porque el año que viene se muestra, en cierto modo, como una incógnita. Si me toca dar clases de nuevo tendré que dejar de lado la tesis un tiempo... y si me llaman de la bolsa de trabajo de “Educación para la ciudadanía” todo cambiará. Pero todo eso está por venir y por ahora quiero centrarme en la tesis. Cuatro años de trabajo ya pesan en la cabeza, en los ánimos y en todo. Y ya es hora de terminar la tesis y pensar en otras cosas para el futuro.
Supongo que también es el fin para Londorondon. Más que un fin debería de pensar en una reconversión, cambiarle el nombre y seguir escribiendo cualquier cosa que me de la gana. Se aceptan sugerencias para el posible nombre del nuevo blog. Yo tengo algunas en mente pero si alguien me quiere decir alguna soy todo oídos.
Mañana me iré a Hyde Park antes de salir hacia el aeropuerto. Espero que no llueva. Creo que los parques, sobre todo éste, es lo que más voy a extrañar cuando vuelva a Valencia. El silencio, el verde y la tranquilidad. El domingo pasado no pudimos jugar a fútbol porque estaba lloviendo mucho. A eso de las siete de la tarde paró un poco y aproveché para salir a correr. No había nadie en el parque. De vez en cuando me cruzaba con alguien pero la tónica general era el vacío. Pero la mejor carrera vino a los dos días. El martes por la tarde, al salir del Warburg, volví a la residencia porque me apetecía ir a correr. Sabía que podría ser la última vez, con lo que me vestí enseguida y me fui a Hyde Park. Mientras iba en dirección a Kensington Palace, al oeste, vi unas nubes marrones, cercanas y amenazantes. Podría llover, pensé. Seguí con mi carrera y cuando ya iba por mitad del lado sur del parque, paralelo a Knightsbridge Road, cerca de Harrods, empezó a chispear. Las chispas se convirtieron en gotas y las gotas en diluvio. Y me tuve que parar debajo de un árbol, sudado y empapado, junto a otros corredores que también se refugiaron ante la que estaba cayendo. Se oyeron varios truenos y se hizo de noche. Mientras pensaba si seguir, me entró la duda de donde era más probable que me cayera un rayo. Si debajo del árbol o si me iba a correr y el sudor actuaba como imán para el rayo. Ya me estaba enfriando cuando vi pasar varios ingleses corriendo como si nada bajo la lluvia. Y allí que me fui detrás de ellos. Estaba tan empapado que de vez en cuando me estrujaba la camiseta para ir aligerando peso. Pero poco a poco lo que fue ganando peso fueron las zapatillas, con los calcetines completamente calados y entrando agua en cada zancada que daba. Pero dejó de llover y pude completar el recorrido. Luego ducha bien caliente para entrar en calor, que la lluvia y el frío me habían dejado tieso.
Seguiré escribiendo en Valencia.

viernes, 8 de agosto de 2008

Un capricho

Hoy he merendado aquí:

http://www.candycakes.eu/

jueves, 7 de agosto de 2008

La venganza de Mao


Esta noche he quedado a cenar con Sean, un chico de Hong Kong que conocí el año pasado en la residencia y con el que había mantenido el contacto gracias a internet y a las redes sociales. Como se va el sábado a China y yo me vuelvo la semana que viene, le dije de quedar a cenar. Hemos ido a Chinatown, como no, a un chino. Le he dicho que me llevara a un restaurante bueno, que quería probar “auténtica comida china”. Ha elegido medio pato frito delicioso, una sartén de ternera con verduras muy sabrosas y algo parecido a las judías verdes pero que no son judías verdes. La cena estaba muy buena aunque a las ocho de la tarde ya habíamos acabado. Hemos ido a tomar una cerveza a un pub y allí hemos hablado de España y de China, de China y de España. Ya me estaba acabando la cerveza cuando me han entrado unos sudores acompañados de retortijones que creo que me han puesto pálido. Los retortijones han continuado hasta que hemos salido a la calle, pero como hacía algo de fresco me ha aliviado. Allí nos hemos despedido, quizás hasta nunca, pero yo estaba más preocupado por mi estómago y la venganza de Mao que estaba sufriendo. Enseguida he caído en que de camino a la parada de autobus había un McDonalds que me podría servir de ayuda en caso de emergencia. Pero como con el fresco me sentía algo mejor he preferido ser algo aventurero y esperar al bus para llegar pronto a la residencia. Pero en la parada el estómago ha dicho “quietorrrr”. He empezado a sudar otra vez y me he dicho: al McDonalds. Y suerte que llevaba un paquete con dos kleenex.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Billy Elliot, el niño que quería bailar


Qué se quiten Fred Astaire, Isadora Duncan y Nacho Duato porque la historia del baile se va a escribir con mi nombre!!! El otro día paseaba con Mar después de cenar, con un heladito, en una calurosa pero nublada noche londinense. Yo no sé si fue el calor o que me poseyó la musa Terpsícore pero en plena calle me puse a bailar. Algunos ya conocen mis especiales, y únicas, habilidades para el baile que me hacen ser un pequeño foco de atención desde las últimas nocheviejas donde “se espera” que ejecute unos pasitos. Lástima que la última vez no pudiera deleitar al respetable con la variación que me había preparado y que en uno de los ensayos (espontáneos en el saloncito de casa) me supuso un pequeño tirón en algún músculo perdido de la pierna.
Pues eso, que estaba paseando con Mar y me puse a dar unos pasitos de baile que le dan mucha rabia. No sabría definirlos, pero si digo que es un baile de verbena de los años 50 puede que me acerque bastante a la realidad. La pose es fundamental, con la cara ligeramente torneada hacia un lado y sonrisa complaciente. Un brazo se mueve para adelante y el otro hacia atrás, mientras las piernas dan pequeños pasitos para adelante y para atrás. Sencillo pero resultón. Y ahí que me puse a hacerlo en plena calle. Mar se puso nerviosa y me chilló que nos iban a ver. Mentira pensé yo, que la calle está vacía. Seguimos con nuestro paseo y me apeteció volver a bailar, No sé, me sentí gañán y el cuerpo se empezó a mover solo... pero con gracia y salero. Mar me volvió a chillar mientras se medio escondía en la sombra para que los posibles viandantes no le vieran. Ya había dejado de bailar y seguíamos caminando hacia la residencia cuando nos paramos en un semáforo. Estábamos esperando para cruzar y un chico se paró a nuestro lado. Nos miró, sonrió y nos preguntó de donde éramos. Mientras se lo decíamos se sacó de la mochila un folleto, me lo dio y se marchó. El folleto era de una especie de discoteca para bailar música africana, moderna y sensual. Debió verme y pensó que era un diamante por pulir.

martes, 17 de junio de 2008

Els Pins


Son muchas las personas y cosas que echo de menos desde las islas. No hace falta enumerarlas y son de sobra conocidas, pero hoy quiero escribir sobre las pequeñas cosas que me doy cuenta que me faltan aquí... y que no voy a disfrutar porque no se pueden traer. Ya el año pasado me di cuenta que echaba mucho de menos un olor muy especial que por supuesto aquí no voy a encontrar. No es ningún perfume ni el olor a ninguna comida.
Y es que “necesito” el olor a pino. Hoy estaba en el Warburg y, para variar, se me ha ido la cabeza de lo que estaba leyendo y me he puesto a pensar en el verano y en Javea. Y me ha venido a la mente el recuerdo del olor a los pinos mezclado con la tierra, en esos momentos en que las cigarras cantan como si fueran a explotar. Es el momento en que hace calor y se produce una mezcla deliciosa entre la tierra, la resina y mi añorado olor a pino. Muchas veces huele de esa manera cuando en verano me voy en bici al Oronet y subo por la carretera de Portaceli, por la tarde, con el tiempo detenido. Hay un tramo en que estás rodeado de bastantes pinos. Y hace calor, mucho calor. Y entonces se muestra ese olor, vale decir, fenomenología del perfume. También es muy fácil encontrarlo en Javea, en el camino hacia los dos cabos. Ahí si que huele de verdad. Ese olor a pino es mi olor del Mediterráneo, de paredes encaladas y alfombra de pinocha. De siesta en bañador y chapuzón en la Cala Blanca. De cangrejeras alquitranadas y película en el Jayan. Es mi olor de la libertad porque lo huelo en verano, en Javea, montado en la bici o en el coche. Pero en bici huele mejor!!! Si, seguro, huele mejor... con la cara peinada por el viento perfumado de pino... al vent, la cara al vent, al vent del món.

jueves, 12 de junio de 2008

La terrible hora sexta


Los monasterios medievales se organizaban en función de un orden temporal marcado por el propio curso del sol. La austera y dura vida monacal se desarrollaba entre las 2 ó 3 de la madrugada, con los “Maitines”, hasta la puesta del sol a eso de las cuatro de la tarde. El monje se acostaba con la puesta del sol, lo que en algunas latitudes y especialmente en invierno podía ocurrir a las cuatro de la tarde. Con ese horario lo habitual era comer al mediodía, a eso de las 11 ó 12. A partir de esa hora empezaba lo que en el calendario medieval se conocía como la hora sexta, el momento del mediodía posterior al almuerzo o comida. Ese era el momento más peligroso de la vida del monje. Era el momento en el que la pereza se apoderaba de él y le invadía un profundo sueño que los teólogos medievales asociaron con el pecado mortal de la pereza, la Acedía. En esa hora sexta el monje sentía una profunda pesadez en el alma, una torpeza de espíritu que era aprovechado por los demonios del mediodía para provocarle una desgana general en todo su cuerpo que le alejaba de Dios y de sus oraciones diarias. La tentación de no hacer nada, el “dolce far niente”.
No hace falta decir que ese es el origen de la palabra “siesta”, una derivación de la hora “sexta”, de la hora en la que el cuerpo es poseído por esas fuerzas demoníacas que invitan a no hacer absolutamente nada, a cerrar los ojos y a dormir perezosamente.
Aquí en el Warburg no dejo de experimentar esa pesadez del alma después de cada comida, a eso de la una y media de la tarde, cuando ya he comido y regreso a mi “scriptorium” a seguir con la tesis. Me siento frente a la mesa, con toda la tarde por delante, solitario en mi trabajo... y empiezo a ver revolotear a mi lado esos demonios que me dicen que duerma, que me cierran los ojos, que me impiden leer. Pesadez de espíritu, cansancio... suelen ser más fuertes y numerosos que mi fe en la tesis. Me siento perezoso.

domingo, 25 de mayo de 2008

The Simpsons


Este fin de semana es algo más largo de lo normal aquí en Londres ya que mañana es fiesta. La verdad es que no he hecho nada especial salvo jugar hoy a fútbol (menudas agujetas en los abductores tengo ahora!!). Me he quedado en la residencia leyendo y trabajando un poco. Estaba buscando información en internet sobre unos proyectos de unos fotógrafos cuando he visto que existía una página sobre los Simpsons en la que te puedes hacer tu propio personaje como los de la serie: eliges el pelo, los ojos, la nariz, la boca, la ropa... todo. Y este es el resultado, que os parece, ¿me parezco? El pelo es que no tenía nada parecido a lo que tengo ahora, pero... yo me veo una retirada. La página es www.SimpsonsMovie.com, eliges castellano y entrar al sitio. Y a crearse un personaje de los Simpsons!!!!!

sábado, 17 de mayo de 2008

Willy el Tuerto


Si hay un arte que es representativo de la segunda mitad del siglo XX y lo que llevamos del XXI es, sin duda, el cine. Lo del arte contemporáneo es, en muchos casos, una patraña, hasta el punto de que me pregunto si el arte contemporáneo es realmente todo el tinglado que está montado en torno a eso que llaman arte. Además es un arte ininteligible salvo para aquellos especialistas que son capaces de abstraer el entendimiento para entender el significado de un tiburón disecado en formol y expuesto en una vitrina.
Si de algo puede presumir el cine (entre muchas cosas) es que es un arte inteligible y que cuenta con un público fiel y asiduo que consume las producciones que desde los talleres y obradores del celuloide se les presenta. Y aquí el público si que tiene una cultura visual que muchos de los espectadores u observadores del arte abstracto ya quisieran tener como bagaje cultural. Podrá haber películas buenas o malas, de igual modo que hubo pintores excelentes y arquitectos mediocres. Pero todos “vivimos” en una arquitectura, decoramos nuestras paredes con imágenes significativas para nosotros y consumimos, ya sea en la butaca del cine o en el DVD, un tipo de arte que precisamente logró lo que las Bellas Artes han tratado de reflejar en múltiples “ismos” y escuelas que se sucedían: capturar el tiempo y el espacio. El montaje de sucesivos fotogramas permitió condensar lo que la pintura no conseguirá jamás: representar el movimiento. Y los efectos especiales han logrado inculcar en los espectadores lo que verdaderamente es un “trampantojo”, una trampa para los ojos, provocar una sensación de engaño y duda ante lo que se está viendo. Hemos visto destruir la Casa Blanca en “Independence day” con tanta realidad que el 11 de septiembre creo que todos llegamos a dudar en algún momento si la destrucción del “World Trade Center” no la habíamos visto ya en otras tantas películas. Sólo faltaba Bruce Willis o quizás Superman... si, faltaba Superman.
Sobre todo creo que el cine cuenta con una gran ventaja respecto a otros tipos de arte. Y es que es una arte muy vinculado a la memoria y el recuerdo. Un película nos puede fascinar tanto que la podemos ver las veces que queramos que no nos cansaremos. Nos acordamos de las películas, nos enamoramos de las películas, de sus protagonistas, de sus voces, de sus ojos, de sus frases... como si fuera una pintura puesta en movimiento. La diferencia es que la pintura, para ser entendida, necesita de un bagaje cultural amplio e interdisciplinar. Pero el cine casi que no. Si, de acuerdo, la “Nouvelle Vague” o el Dogma pueden tener unas normas o características propias... pero uno sabe distinguir nada más empezar una película quienes son los buenos y quienes son los malos. El cine nos ha aportado una cultura visual de la que ignoramos muchas veces sus límites... y que nos sorprende cuando en riguroso directo vimos caer (o quizás el cine ya nos había advertido que eso podía pasar) una gigantescas torres que, sin haber estado en Nueva York, sabíamos que eran de allí. Intuíamos como iba a ser el desastre, lo habíamos visto cientos de veces, la nube de polvo, el ruido, las ruinas... Simplemente, cultura visual.
Pero, volviendo al recuerdo, el cine nos marca y nos acompaña toda la vida. Y en mi caso, si hay una película que me ha marcado profundamente y que se merece unas líneas aquí es, sin duda, “Los Goonies”. No “recuerdo” la edad que tenía la primera vez que la vi, pero si que “recuerdo” las decenas de veces que la he visto. Y en cada visionado he vuelto a “recordar” las sensaciones que tenía cuando de pequeño envidiaba a Mike, Bocazas, Data o Gordi por ir detrás de alguien tan fascinante como Willy el Tuerto. Los goonies me enseñaron a soñar con aventuras de sábado por la tarde en ciudades en las “nunca pasa nada divertido”. Y Cyndi Lauper... no sería lo mismo la película sin esa canción que cada vez que la escucho me asaltan a la mente los Fratelli, el asma de Mike, los agujeros de bala, Chester Copperpot o la playa de Astoria.
No sé que tiene la película esa que siempre tengo ganas de verla. Quizás sea porque el verla me trae muchos recuerdos... la memoria se pone en funcionamiento y vuelven a la luz las ilusiones de adolescente. El cine como ventana del recuerdo, como ventana para las ilusiones y las ensoñaciones. Nadie “recuerda” una pintura que ha visto en un museo con tanta fascinación como “recuerda” una película. Quizás la razón está en que el cine es el verdadero arte capaz de exaltar nuestras pasiones... pero quizás porque el cine es el verdadero arte del recuerdo. Recordar significa “volver a pasar por el corazón”, por lo que el cine está en las mejores condiciones para pasar por nuestros corazones con una fuerza inusitada. “Los Goonies” son mi película del recuerdo, mi película en el corazón. Recuerdo sus diálogos, sus voces, sus caras, sus ropas, sus emociones... lo recuerdo, lo tengo en el corazón, me vuelven a pasar por el corazón. Y sobre todo recuerdo, tengo en el corazón, esta frase: “El rufián que intentare descifrar el contenido de este mapa, pagará su osadía con la más terrible de las muertes”.

Post scriptum: Superman, que no pudo hacer nada ante la caída de las Torres Gemelas, si que ayudó a los goonies en su lucha contra los Fratelli... ¿os acordáis cómo?

domingo, 11 de mayo de 2008

El desembarco


Ya de nuevo en Londres. Apenas un año después he vuelto a pisar un Hyde Park abarrotado de gente. Y es que hace un sol y un calor que no es normal. En Valencia llovía como si fuera Londres y aquí hace un calor como si fuera allí.
El vuelo ha empezado bien porque no me han hecho pagar el ligero sobrepeso que llevaba, cerca de cuatro kilos y medio, ni he tenido que hacer ninguna cola. Creo que he llegado de los primeros y me ha tocado la tercera fila. Poco movimiento notaré en el avión, pensaba yo. Después de la emoción de la despedida con Mar he pasado por un caótico arco en el que un señor ha bloqueado cualquier intento de orden al intentar pasar por el detector de metales con reloj, tirantes y una tostadora en una bolsa. Como suena. Una tostadora!!! Y la llevaba en la mano.
Durante el vuelo he estado muy nervioso. No me han parado de sudar las manos, hasta el punto de arrugar el libro que llevaba para entretenerme durante el viaje. Hemos pasado algunas zonas de turbulencias que me ponían más nervioso, con lo que el viaje se me ha hecho más pesado de lo normal.
Por lo menos las vistas han sido espectaculares. Por un lado, las nubes de la tormenta que estaban por toda la costa de España eran de una extraña forma vertical, como arrugadas, todas juntas, grises y blancas, sin luz, como si fuera el armaggedon. Por otro lado, al pasar ya a Francia, la cosa estaba muy despejada y me he impresionado las vistas del Sena y su desembocadura en el puerto de Le Havre. Pedazo de río!!!
Al cruzar el canal he fantaseado con las playas francesas de arena que tenía sobre mis pies y la posibilidad de que alguna de esas fuese Omaha beach... Desde arriba tenía la vista perfecta para haber contemplado como los aliados vendrían desde Inglaterra y desembarcarían, en millares y millares, como hormigas...
Enseguida se ha divisado las costa inglesa con esos acantilados blancos que han redireccionado mi fantasía hacia otro punto de vista... el de los pilotos alemanes que harían sus incursiones por la zona de Dover... y he creído ver entre el intenso azul del mar, el blanco de los acantilados y el verde de los prados, a un piloto de la Luftwaffe que perseguía como un abejorro a un hábil piloto inglés de la RAF, una persecución entre un Focke-Wulf y un Spitfire... pero solo ha sido mi fantasía.
Porque enseguida hemos empezado a bajar para tomar tierra... pero supongo que el avión no tenía permiso para aterrizar porque hemos estado cerca de 20 minutos haciendo unos ochos gigantescos en el aire para hacer tiempo y que nos dejaran aterrizar. Eso me ha puesto más nervioso y no he podido acabar de leer las dos hojas que me faltaban para acabar el libro... es que leía y no me enteraba!!! Creo que nunca me han sudado las manos tanto como hoy!!!
Ya en la habitación he desecho el equipaje, me he duchado y he decidido ir a dar un paseo antes de la hora de cenar. Me he ido a Hyde Park... y me he encontrado a Lethabo, un amigo del año pasado!!! Es de Sudáfrica y está trabajando aquí. Hemos quedado en vernos el fin de semana, con alguno más de la residencia del año pasado que todavía están por Londres.
Ya os contaré más cosas.

miércoles, 23 de abril de 2008

El hijo del sol, Faetón



El estado de secreta relación que existe entre el pasado y nuestro presente más inmediato nos sobrecoge y sorprende con nuevos ejemplos extrapolados de la vida diaria. Las ideas, las imágenes, no tienen un tiempo fijado, no pertenecen al pasado, no mueren ni están sujetas a las etiquetas cronológicas que los museos colocan a los artefactos que los conforman.
Tenemos que saber de qué época es algo para sentirnos cómodos, sentir que están lejos de nosotros, que quizás no nos pertenecen y que mejor que no nos interpelen porque podemos salir perdiendo. Y cuando algo no se sujeta al tiempo nos resulta incómodo. O no lo entendemos. Las ideas sobrevuelan eternamente como mariposas en la Platonia a la que nunca llegaremos pero que, paradojas de la vida, pueden depositarse y sellarse como huellas en las imágenes de la más rabiosa modernidad.
Los mitos sobreviven hoy en día. No tan sólo en los libros que hablan de ello, sino que el lugar de los héroes en el imaginario colectivo ha sido desplazado por lo deportistas de élite. Si Aquiles era el de los pies ligeros, Carl Lewis es el hijo del viento. Si Hércules era un semidios, Maradona tiene su propia iglesia. El deporte ha ocupado el lugar de la mitología... o los ideales eternos que se pueden encontrar en las narraciones míticas reviven y renacen en las gestas deportivas que, gracias a la aldea global, a la sociedad de la información y al mundo wireless, son retransmitidas a todos los rincones del mundo. Antes los mitos se leían o se escuchaban por la paciente tradición oral. Ahora los mitos se crean y se construyen gracias al riguroso directo que la televisión nos retransmite. Los mitos se ven en la tele, en la pantalla TFT del portátil... o en las crónicas sobre los periódicos que a diario se publican. Los “mass media” que nunca tuvieron Homero ni los rapsodas que cantaban las hazañas de la guerra de Troya permiten crear los nuevos héroes de hoy.
Pero la mitología no sólo está protagonizada por héroes a los que todo les sale bien, ya que algunos de ellos mueren... pero con la tremenda suerte de ser eternizados en forma de constelación. Y es que junto a los héroes también están los perdedores que nos enseñan y moralizan con su ejemplo como no hay que hacer las cosas. Héroes frustrados que no supieron llevar a buen puerto las riendas de su destino, como Ícaro o Faetón. La historia de Ícaro la conoce todo el mundo y hoy me ha venido a la mente por una noticia que he visto en el periódico: la de un tío que se había atado no se cuantos globos de helio al cuerpo y había decidido volar... y ahora no lo encuentran. Lo buscan en el mar, como el agua al que cayó Ícaro por querer acercarse al sol. La advertencia es clara y tremendamente conservadora. No volemos muy alto que la caída puede ser fatal, que cada uno se quede donde está.
Otro infeliz relacionado con el volar y con el sol fue Faetón. Un día solicitó permiso a su padre, Helios, el dios del sol, para que le dejara conducir el carro del sol. Qué grande!!! Conducir el carro del sol!!! Eso son experiencias que no se olvidan!!! Pero el pobre Faetón se dejo llevar por sus impulsos y desobedeció algunas órdenes de papá. De repente pierde el control de los caballos (de fuego, para imaginárselos!!) y termina su trayecto cayendo en el río Erídano (el Po actual). Allí muere entre los brazos y las lágrimas de sus hermanas que, a continuación se convierten en álamos y sus lágrimas en el ámbar.
Vinokourov es el Faetón del presente. Basta mirar el maillot del que era su equipo, el Astana, para ver como los corredores de este equipo son los modernos faetones, los modernos conductores del carro del sol. El resto de la historia es bien conocido. Por querer volar demasiado alto, por querer alcanzar la gloria ciclista de ganar una gran vuelta (algo así como los 12 trabajos de Hércules), perdió el control de su bici, perdió el “control” anti-doping. Conducir el sol puede ser peligroso. Y llevarlo estampado también. Tan sólo nos queda llorar como las hermanas de Faetón la nostálgica caída de todo un deporte, el ciclismo, en permanente sospecha de trampa y dopaje. Los héroes han dado paso a los villanos.
Pero de esos creo que no habla la mitología.