lunes, 23 de marzo de 2009

Nuevo blog

Desde ahora me mudo a un nuevo blog:

http://luisvives.tumblr.com/

viernes, 27 de febrero de 2009

Schopenhauer, el ruido y las Fallas


Schopenhauer dijo que la cantidad de ruido que una persona puede soportar sin molestarse es inversamente proporcional a su capacidad intelectual.

Las Fallas están a la vuelta de la esquina.

Ergo: las Fallas son para gente...

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Algún día tendré que escribir algo


Pues eso, que algún día tendré que retomar el blog y escribir algo para que ¿alguien? lo lea. Escribir algo de lo que me ha pasado en los últimos meses, el nacimiento de María, las clases, la tesis, la media maratón y todo tipo de asuntos importantes y menos relevantes que pienso que debería relatarlos aquí. Pero como el tiempo vuela y uno no tiene alas para volar con él, hasta que consiga una gestión eficaz de mi tiempo deberé dejarlo de lado.

domingo, 17 de agosto de 2008

Bye!

Son las once menos cuarto de la noche del sábado 16 de agosto de 2008, última noche de la estancia londinense. Mañana cenaré y dormiré en casa. Tengo ganas de volver, de cambiar de aires y descansar un poco. Este año he estado mejor en Londres, más a gusto y creo que he disfrutado mucho más la ciudad. Supongo que sería la experiencia. Eso no quita para que esté un poco quemado con la vida diaria en Londres, la gente, las prisas... en fin, Londres.
Creo que la tesis ya va tomando forma. Este año creo que he trabajado menos cantidad pero de más calidad. Menos lecturas pero que creo que más provechosas. Ahora me queda continuar con el trabajo empezado, seguir con las ideas que tengo y confiar en poder acabar la tesis a lo largo del curso 08/09. Mi beca termina en julio del año próximo y me gustaría, como mínimo, tenerla escrita en el período de la beca. Luego el papeleo ya vendrá y lo retrasará todo unos meses, pero eso es normal.
Digo que “querría tenerla escrita” en este curso porque el año que viene se muestra, en cierto modo, como una incógnita. Si me toca dar clases de nuevo tendré que dejar de lado la tesis un tiempo... y si me llaman de la bolsa de trabajo de “Educación para la ciudadanía” todo cambiará. Pero todo eso está por venir y por ahora quiero centrarme en la tesis. Cuatro años de trabajo ya pesan en la cabeza, en los ánimos y en todo. Y ya es hora de terminar la tesis y pensar en otras cosas para el futuro.
Supongo que también es el fin para Londorondon. Más que un fin debería de pensar en una reconversión, cambiarle el nombre y seguir escribiendo cualquier cosa que me de la gana. Se aceptan sugerencias para el posible nombre del nuevo blog. Yo tengo algunas en mente pero si alguien me quiere decir alguna soy todo oídos.
Mañana me iré a Hyde Park antes de salir hacia el aeropuerto. Espero que no llueva. Creo que los parques, sobre todo éste, es lo que más voy a extrañar cuando vuelva a Valencia. El silencio, el verde y la tranquilidad. El domingo pasado no pudimos jugar a fútbol porque estaba lloviendo mucho. A eso de las siete de la tarde paró un poco y aproveché para salir a correr. No había nadie en el parque. De vez en cuando me cruzaba con alguien pero la tónica general era el vacío. Pero la mejor carrera vino a los dos días. El martes por la tarde, al salir del Warburg, volví a la residencia porque me apetecía ir a correr. Sabía que podría ser la última vez, con lo que me vestí enseguida y me fui a Hyde Park. Mientras iba en dirección a Kensington Palace, al oeste, vi unas nubes marrones, cercanas y amenazantes. Podría llover, pensé. Seguí con mi carrera y cuando ya iba por mitad del lado sur del parque, paralelo a Knightsbridge Road, cerca de Harrods, empezó a chispear. Las chispas se convirtieron en gotas y las gotas en diluvio. Y me tuve que parar debajo de un árbol, sudado y empapado, junto a otros corredores que también se refugiaron ante la que estaba cayendo. Se oyeron varios truenos y se hizo de noche. Mientras pensaba si seguir, me entró la duda de donde era más probable que me cayera un rayo. Si debajo del árbol o si me iba a correr y el sudor actuaba como imán para el rayo. Ya me estaba enfriando cuando vi pasar varios ingleses corriendo como si nada bajo la lluvia. Y allí que me fui detrás de ellos. Estaba tan empapado que de vez en cuando me estrujaba la camiseta para ir aligerando peso. Pero poco a poco lo que fue ganando peso fueron las zapatillas, con los calcetines completamente calados y entrando agua en cada zancada que daba. Pero dejó de llover y pude completar el recorrido. Luego ducha bien caliente para entrar en calor, que la lluvia y el frío me habían dejado tieso.
Seguiré escribiendo en Valencia.

viernes, 8 de agosto de 2008

Un capricho

Hoy he merendado aquí:

http://www.candycakes.eu/

jueves, 7 de agosto de 2008

La venganza de Mao


Esta noche he quedado a cenar con Sean, un chico de Hong Kong que conocí el año pasado en la residencia y con el que había mantenido el contacto gracias a internet y a las redes sociales. Como se va el sábado a China y yo me vuelvo la semana que viene, le dije de quedar a cenar. Hemos ido a Chinatown, como no, a un chino. Le he dicho que me llevara a un restaurante bueno, que quería probar “auténtica comida china”. Ha elegido medio pato frito delicioso, una sartén de ternera con verduras muy sabrosas y algo parecido a las judías verdes pero que no son judías verdes. La cena estaba muy buena aunque a las ocho de la tarde ya habíamos acabado. Hemos ido a tomar una cerveza a un pub y allí hemos hablado de España y de China, de China y de España. Ya me estaba acabando la cerveza cuando me han entrado unos sudores acompañados de retortijones que creo que me han puesto pálido. Los retortijones han continuado hasta que hemos salido a la calle, pero como hacía algo de fresco me ha aliviado. Allí nos hemos despedido, quizás hasta nunca, pero yo estaba más preocupado por mi estómago y la venganza de Mao que estaba sufriendo. Enseguida he caído en que de camino a la parada de autobus había un McDonalds que me podría servir de ayuda en caso de emergencia. Pero como con el fresco me sentía algo mejor he preferido ser algo aventurero y esperar al bus para llegar pronto a la residencia. Pero en la parada el estómago ha dicho “quietorrrr”. He empezado a sudar otra vez y me he dicho: al McDonalds. Y suerte que llevaba un paquete con dos kleenex.

miércoles, 6 de agosto de 2008

Billy Elliot, el niño que quería bailar


Qué se quiten Fred Astaire, Isadora Duncan y Nacho Duato porque la historia del baile se va a escribir con mi nombre!!! El otro día paseaba con Mar después de cenar, con un heladito, en una calurosa pero nublada noche londinense. Yo no sé si fue el calor o que me poseyó la musa Terpsícore pero en plena calle me puse a bailar. Algunos ya conocen mis especiales, y únicas, habilidades para el baile que me hacen ser un pequeño foco de atención desde las últimas nocheviejas donde “se espera” que ejecute unos pasitos. Lástima que la última vez no pudiera deleitar al respetable con la variación que me había preparado y que en uno de los ensayos (espontáneos en el saloncito de casa) me supuso un pequeño tirón en algún músculo perdido de la pierna.
Pues eso, que estaba paseando con Mar y me puse a dar unos pasitos de baile que le dan mucha rabia. No sabría definirlos, pero si digo que es un baile de verbena de los años 50 puede que me acerque bastante a la realidad. La pose es fundamental, con la cara ligeramente torneada hacia un lado y sonrisa complaciente. Un brazo se mueve para adelante y el otro hacia atrás, mientras las piernas dan pequeños pasitos para adelante y para atrás. Sencillo pero resultón. Y ahí que me puse a hacerlo en plena calle. Mar se puso nerviosa y me chilló que nos iban a ver. Mentira pensé yo, que la calle está vacía. Seguimos con nuestro paseo y me apeteció volver a bailar, No sé, me sentí gañán y el cuerpo se empezó a mover solo... pero con gracia y salero. Mar me volvió a chillar mientras se medio escondía en la sombra para que los posibles viandantes no le vieran. Ya había dejado de bailar y seguíamos caminando hacia la residencia cuando nos paramos en un semáforo. Estábamos esperando para cruzar y un chico se paró a nuestro lado. Nos miró, sonrió y nos preguntó de donde éramos. Mientras se lo decíamos se sacó de la mochila un folleto, me lo dio y se marchó. El folleto era de una especie de discoteca para bailar música africana, moderna y sensual. Debió verme y pensó que era un diamante por pulir.