martes, 7 de agosto de 2007

Arquitectura de la memoria: construir los recuerdos para no olvidar


Creo que hoy es el último día que voy a escribir en el blog, por lo menos en lo que se refiere a la experiencia londinense. El blog Londorondon nació con la intención de servir de puente entre vosotros y mis pensamientos, una especie de diario abierto en el que pretendía contaros mis ideas acerca de Londres y lo que me estaba pasando por aquí.
Por mucho nombre raro que se le quiera poner un blog es lo mismo que un diario, sólo que adaptado a las nuevas tecnologías que la modernidad nos ofrece. Se podría pensar que el diario se diferencia del blog en que es más íntimo, ya que el segundo está expuesto en el ciberespacio para ser leído por cualquiera. Sin embargo, en el fondo, diario y blog siempre están hechos para ser leídos por “otro”.
Yo escribí en Londorondon para que, por un lado, lo leyerais vos-otros. Pero, por otro lado, y ahora viene el intringulis del asunto, hay un “otro” para el que también está destinado el blog. Bueno, casi diría que es el único al que está destinado: ese “otro” soy “yo”. Soy “yo” convertido en un “otro”, aquel al que en su génesis se pensaba que debía estar destinado el diario. No es que me haya convertido en alguien diferente tipo Dr. Jekyll y Mr Hyde, con una doble personalidad, sino que el diario/blog cobra pleno sentido en el momento en que soy diferente a aquel que empezó a escribirlo... y es a mí a quién le corresponde volver a leerlo. De esta manera, los hechos que yo he considerado relevantes de ser contados, al ser re-leídos ahora, cumplen una función memorística. El escribir un diario, el tomar nota de acontecimientos importantes, no tiene otro sentido que el de saber que en un futuro más o menos cercano deben de ser actualizados. Al releer el diario/blog en el presente los hechos pasados “saltan” a través del tiempo al momento actual.
El diario/blog actúa, de este modo, como un espacio para la memoria. Desde la antigüedad se ha considerado que la memoria tenía forma de edificio, en el que las diferentes habitaciones debían de ser destinadas para colocar en ellas los conceptos que se quería recordar. Distribuyendo los conceptos por habitaciones, cuando uno quería recordar, bastaba con hacerse una composición de lugar de la casa e ir recorriendo las estancias que uno había rellenado y re-construir aquello que pretendía ser evocado.
Hoy en día la modernidad nos ofrece otros edificios a partir de los cuáles trabajar con la memoria. Aunque en realidad no somos tan modernos como puede parecer porque por mucho blog, internet o fotografías digitales que utilicemos, la esencia de la memoria sigue siendo un espacio arquitectónico. Aunque utilicemos herramientas ultramodernas, el resultado sigue siendo una arquitectura de la memoria.
Cuando se trata de memoria y olvido entra en juego un componente indispensable, el tiempo. El objetivo de la memoria es vencer el paso del tiempo evitando que las cosas relevantes caigan en el olvido. Para ello también es necesario “espacializar” el tiempo, construir un edificio en el que distribuir los hechos temporales y tenerlos localizados. No en vano el año está distribuido en meses, semanas y días que nos ayudan a “colocar” un acontecimiento. La memoria trabaja mejor si sabe que tal habitación está antes o después que esta otra estancia. La memoria, de esta manera, re-construye una arquitectura en el que la distribución de sucesos en habitaciones separadas por el discurrir del tiempo ayudan a que no caigan en el olvido.
El blog es una arquitectura de la memoria. Cada uno de los “post” puede ser entendido como una de esas habitaciones que “el otro yo que soy yo ahora” recorre para re-construir la experiencia del pasado. Habitaciones que, por otro lado, están distribuidas en el tiempo, con su fecha de creación, para que quede claro la hora y minuto exacto en el que se escribieron. Londorondon se convierte en mi arquitectura de la memoria, en la casa que mi memoria ha “construido” para que hoy o mañana “reconstruya” mi pasado en Londres.
Pero el diario/blog cuenta con un gran ayudante para saltar el tiempo: la fotografía. Junto a la redacción de un diario, la captura de imágenes de los sitios que se visitan en un viaje son el testimonio que se necesita para dar fe que se ha estado en tal sitio. La imperiosa necesidad de hacerse fotos en los destinos a los que vamos tiene como única función el demostrarnos el día de mañana que hemos estado allí. Si no salimos es como si no hubiéramos estado. Parece como si “el otro yo que ahora mira las fotos” necesita de ese resorte para recordar donde ha estado. El verse en tal sitio sería el trampolín que la memoria necesita para saltar el tiempo y actualizar una experiencia del pasado en el presente desde el que se recuerda. Y las fotos también tienen su arquitectura de la memoria. Antes se “construían” álbumes de fotos en los que primaba el sentido cronológico la mayoría de las veces. Ver un álbum de fotos de un viaje que hemos hecho supone, por ejemplo, re-construir lo que pasó. El álbum de fotos es un espacio en definitiva. Un espacio simple, nada virtuoso en arquitectura, pero el espacio que la memoria necesita para transitar. Cada página es una de esas estancias que la memoria necesita para re-construir la experiencia. La experiencia memorística tiene más peso por el hecho de que aparecemos en las fotos. En ese reconocernos vemos al “yo que éramos” desde el “otro yo que soy ahora”: juego especular en el que necesitamos la semejanza, reconocernos, para recordar. Necesitamos “vernos” en fotografía, en un futuro, para no olvidar.
Lo mismo pasa con la fotografía digital a la hora de construir la memoria. Los programas de presentación de fotografías que se pueden utilizar en un ordenador siguen basándose en una concepción espacial de la memoria. Tal carpeta en la que descargamos las fotos se incluye, a su vez, en otras carpetas en un proceso que, sin darnos cuenta, es como si se trabajara en un espacio. Organizamos las carpetas del ordenador como si fuera una librería: sabemos donde “entrar” para buscar tal imagen, “subir” a tal carpeta... o abrir varias Windows desde la casa de la memoria.
Supongo que el día que vuelva a ver las fotos, las enseñe, o me dedique a releer el blog, mi memoria construirá la casa de Londorondon.