jueves, 7 de agosto de 2008

La venganza de Mao


Esta noche he quedado a cenar con Sean, un chico de Hong Kong que conocí el año pasado en la residencia y con el que había mantenido el contacto gracias a internet y a las redes sociales. Como se va el sábado a China y yo me vuelvo la semana que viene, le dije de quedar a cenar. Hemos ido a Chinatown, como no, a un chino. Le he dicho que me llevara a un restaurante bueno, que quería probar “auténtica comida china”. Ha elegido medio pato frito delicioso, una sartén de ternera con verduras muy sabrosas y algo parecido a las judías verdes pero que no son judías verdes. La cena estaba muy buena aunque a las ocho de la tarde ya habíamos acabado. Hemos ido a tomar una cerveza a un pub y allí hemos hablado de España y de China, de China y de España. Ya me estaba acabando la cerveza cuando me han entrado unos sudores acompañados de retortijones que creo que me han puesto pálido. Los retortijones han continuado hasta que hemos salido a la calle, pero como hacía algo de fresco me ha aliviado. Allí nos hemos despedido, quizás hasta nunca, pero yo estaba más preocupado por mi estómago y la venganza de Mao que estaba sufriendo. Enseguida he caído en que de camino a la parada de autobus había un McDonalds que me podría servir de ayuda en caso de emergencia. Pero como con el fresco me sentía algo mejor he preferido ser algo aventurero y esperar al bus para llegar pronto a la residencia. Pero en la parada el estómago ha dicho “quietorrrr”. He empezado a sudar otra vez y me he dicho: al McDonalds. Y suerte que llevaba un paquete con dos kleenex.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Vaya Luis, una piedra más para tu muro de contención de la comida asiática. Recupérate. Es detoxificante.

Rafa dijo...

de estas anécodotas tuyas me sé varias en bicicleta: como aquella de ¿puçol? en la que tuviste que parar y esconderte entre una huerta, o aquella otra en la que íbamos tú y yo y me dijiste: "rafa, tira de mí y llévame a la gasolinera, rápido!!" y en aquella Cepsa cercana a Náquera, antes del desvío de Bonanza, soltaste lastre entrando al servicio desnudándote mientras yo no daba crédito a tamaño apretón.
Un genio.