miércoles, 23 de abril de 2008

El hijo del sol, Faetón



El estado de secreta relación que existe entre el pasado y nuestro presente más inmediato nos sobrecoge y sorprende con nuevos ejemplos extrapolados de la vida diaria. Las ideas, las imágenes, no tienen un tiempo fijado, no pertenecen al pasado, no mueren ni están sujetas a las etiquetas cronológicas que los museos colocan a los artefactos que los conforman.
Tenemos que saber de qué época es algo para sentirnos cómodos, sentir que están lejos de nosotros, que quizás no nos pertenecen y que mejor que no nos interpelen porque podemos salir perdiendo. Y cuando algo no se sujeta al tiempo nos resulta incómodo. O no lo entendemos. Las ideas sobrevuelan eternamente como mariposas en la Platonia a la que nunca llegaremos pero que, paradojas de la vida, pueden depositarse y sellarse como huellas en las imágenes de la más rabiosa modernidad.
Los mitos sobreviven hoy en día. No tan sólo en los libros que hablan de ello, sino que el lugar de los héroes en el imaginario colectivo ha sido desplazado por lo deportistas de élite. Si Aquiles era el de los pies ligeros, Carl Lewis es el hijo del viento. Si Hércules era un semidios, Maradona tiene su propia iglesia. El deporte ha ocupado el lugar de la mitología... o los ideales eternos que se pueden encontrar en las narraciones míticas reviven y renacen en las gestas deportivas que, gracias a la aldea global, a la sociedad de la información y al mundo wireless, son retransmitidas a todos los rincones del mundo. Antes los mitos se leían o se escuchaban por la paciente tradición oral. Ahora los mitos se crean y se construyen gracias al riguroso directo que la televisión nos retransmite. Los mitos se ven en la tele, en la pantalla TFT del portátil... o en las crónicas sobre los periódicos que a diario se publican. Los “mass media” que nunca tuvieron Homero ni los rapsodas que cantaban las hazañas de la guerra de Troya permiten crear los nuevos héroes de hoy.
Pero la mitología no sólo está protagonizada por héroes a los que todo les sale bien, ya que algunos de ellos mueren... pero con la tremenda suerte de ser eternizados en forma de constelación. Y es que junto a los héroes también están los perdedores que nos enseñan y moralizan con su ejemplo como no hay que hacer las cosas. Héroes frustrados que no supieron llevar a buen puerto las riendas de su destino, como Ícaro o Faetón. La historia de Ícaro la conoce todo el mundo y hoy me ha venido a la mente por una noticia que he visto en el periódico: la de un tío que se había atado no se cuantos globos de helio al cuerpo y había decidido volar... y ahora no lo encuentran. Lo buscan en el mar, como el agua al que cayó Ícaro por querer acercarse al sol. La advertencia es clara y tremendamente conservadora. No volemos muy alto que la caída puede ser fatal, que cada uno se quede donde está.
Otro infeliz relacionado con el volar y con el sol fue Faetón. Un día solicitó permiso a su padre, Helios, el dios del sol, para que le dejara conducir el carro del sol. Qué grande!!! Conducir el carro del sol!!! Eso son experiencias que no se olvidan!!! Pero el pobre Faetón se dejo llevar por sus impulsos y desobedeció algunas órdenes de papá. De repente pierde el control de los caballos (de fuego, para imaginárselos!!) y termina su trayecto cayendo en el río Erídano (el Po actual). Allí muere entre los brazos y las lágrimas de sus hermanas que, a continuación se convierten en álamos y sus lágrimas en el ámbar.
Vinokourov es el Faetón del presente. Basta mirar el maillot del que era su equipo, el Astana, para ver como los corredores de este equipo son los modernos faetones, los modernos conductores del carro del sol. El resto de la historia es bien conocido. Por querer volar demasiado alto, por querer alcanzar la gloria ciclista de ganar una gran vuelta (algo así como los 12 trabajos de Hércules), perdió el control de su bici, perdió el “control” anti-doping. Conducir el sol puede ser peligroso. Y llevarlo estampado también. Tan sólo nos queda llorar como las hermanas de Faetón la nostálgica caída de todo un deporte, el ciclismo, en permanente sospecha de trampa y dopaje. Los héroes han dado paso a los villanos.
Pero de esos creo que no habla la mitología.

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