miércoles, 4 de julio de 2007

Hyde Park Football Cup



En una canción muy popular de los años 70, Rita Pavone preguntaba a su marido que por qué los domingos por la tarde le abandonaba por el fútbol. Pues esa es mi banda sonora los sunday evenings!!! Y me parece que me la canta Londres. El partido de football (o soccer) los domingos en Hyde Park se ha convertido en mi mejor antídoto contra una Londresfobia que se apodera de mi en intervalos cada vez más cortos. Estas semanas han sido difíciles. Hace un tiempo horrible, con algo de frío y lluvias torrenciales (de pocos minutos, pero potentes), por lo que el rato que paso corriendo detrás del balón me ayuda a ver la cara más positiva de mi estancia en la city.
El partido de la semana pasada lo recuerdo con cierto aprecio... porque llovía. Cuando hace sol suele venir mucha gente de la residencia a jugar, hasta el punto que tenemos que hacer hasta cuatro equipos y nos vamos turnando (con los problemas que eso supone para recordar los nombres de todos). Pero cuando llueve o hace mal tiempo sólo nos acercamos los valientes. Había llovido mucho por la mañana pero al mediodía cambió a una ligera “ducha” que apenas te mojaba. Fuimos los justos para hacer dos equipos de 7 contra 7. La hierba estaba húmeda y el barro algo resbaladizo, pero con mis flamantes botas giraba mejor que Beckenbauer... o eso me imaginaba yo.
El caso es que disfrute jugando ese día. La lluvia iba y venía mientras nosotros ejecutábamos un desincronizado ballet detrás del balón sobre un Hyde Park en completo silencio. Como nota curiosa, decir que me lleve dos balonazos en la cara. En el primero las gafas volaron en una parabólica interminable. Pero por suerte no les pasó nada. El segundo creo que fue peor porque medio de pleno en toda la oreja: me dolió un rato largo. Además me dieron otros balonazos en el cuerpo (ese día me interponía en la trayectoria del balón en todo momento) que contribuyeron a hacer más épico el partido porque me mancharon la camiseta de barro.
A medida que avanzó la tarde se puso a llover más. Estábamos empatados y decidimos seguir jugando hasta que uno de los equipos marcara. Gol y victoria: el temido gol de oro. Apenas veia porque tenía los cristales llenos de gotas de agua. Si intentaba limpiarlos era peor porque la camiseta estaba tan empapada que sólo conseguía dejarlas empañadas. Cuando ya notaba que las botas y las medias (si, juego con medias, azul oscuro, a juego con el pantalón) me pesaban más de lo normal decidimos parar. Era imposible seguir!! Empate. Nos dimos todos la mano y nos volvimos a la residencia.

1 comentario:

Sergi Domènech dijo...

Ja veig que al final no tornes de Londres xq et fitxarà algun equip de futbol anglés. Però res de quedar-se que no m'agrada estar soles al zulo!!!

M'agrada el teu blog i les reflexions . Ja saps que tens un lector per ací.