sábado, 14 de julio de 2007

El interprete


Como me he dado cuenta que solo escribo cosas extrañas y profundas, voy a incluir hoy algo diferente... espero que más divertido que contaros las inquietudes que me provoca la ciudad... que ya estaréis hartos.
El otro día me buscaron en el Warburg para hacer de intérprete o traductor. Yo estaba trabajando en la primera planta de la biblioteca, consultando un libro que me interesaba para la tesis. Cómo tampoco era algo muy importante decidí que, en lugar de fotocopiar las cerca de 50 páginas que quería, sería mejor fotografiarlas con la cámara digital para luego poder imprimirlas en Valencia. Eso que me ahorraba en dinero.
Para ello me fui a una mesa que está en una esquina de la biblioteca, frente a una ventana que da a una calle por la que entra bastante luz. Y allí estaba yo encuadrando el papel para que se viera bien y todo eso. En eso que, cuando llevaba la mitad de las fotografías que quería, veo que detrás mía está Jonathan, uno de los que trabaja en el Warburg, en la biblioteca y el servicio de informática. Es un tipo curioso, rubito, de piel blanca, bien vestido. Me llama la atención cuando le veo andar. Parece que se balancea de un lado a otro con un ritmo lento pero hipnótico.
Yo lo primero que pensé es que me iba a decir algo por estar haciendo fotos a los libros. En realidad, todo el mundo lo hace, con lo que también pensé que le podía responder eso si me prohibía hacer fotos. Pero no, me buscaba para hacer de intérprete con un español que ese día había ido al Warburg. La verdad es que me extrañó que recurriera a mí... porque sólo hablé con Jonathan el primer día para que me explicara como trabajar con la red wireless del instituto. Pero se acordaba de mi... y lo mejor... el muy iluso confiaba en mi inglés!!!
El caso es que habían recurrido a mi para saber que quería ese hombre. El señor, de unos 50 años, respondía claramente al estereotipo más castizo y español que podéis pensar. Casi diría que pasaba por una agricultor... o por Fernando Esteso en una película de los sesenta. Tenía la piel muy morena, bastante cuarteada por el sol... y estaba pésimamente afeitado, con una barba canosa de dos días. El peor detalle es que llevaba unos folios en una bolsa de supermercado!!! Odio la gente que guarda apuntes y folios en bolsas de la compra y las lleva cerradas con un nudo... como si fuera la merienda!!! Es que me da mucha rabia!!!
Bueno, Jonathan me pidió si podía decirle lo que el hombre pretendía en el Warburg. El señor me explicó que quería saber si los libros que había escrito estaban en la biblioteca del instituto, porque antes había escrito su nombre en el buscador de los ordenadores y no salía nada. Y estaba indignado. Hecho un asterisco. Todo esto hablando a grito pelado en la biblioteca, que cómo que no tenían sus libros ni las separatas de sus artículos. Mientras Jonathan intentaba hacerle bajar la voz por señas yo intentaba entender para que había venido este hombre a Londres con una bolsa de la compra en la mano. Decía que era investigador y que sus publicaciones no aparecían. A mí me cayó mal desde el principio porque se las daba de interesante. Además me hablaba como si yo trabajara allí: “¿no tenéis mi libro?, pues aprended de Roma, que allí si que los tienen!”
Yo le traduje a Jonathan, como pude, que el señor no “se encontraba” en el catálogo de la biblioteca. Jonathan me pedía que le preguntara algunas cosas mientras el tío divagaba mirando al infinito que en la Academia de San Lucas de Roma si que tenían sus artículos y libros. Cómo si los santos tuvieran algo que decir en todo esto. Yo intentaba traducir y sobre todo entender que quería ese hombre... ¿quería ver sus libros en la biblioteca?, ¿quería aparentar algo? Entonces vino mi perdición porque mis ojos se fijaron en ciertos pelillos canosos que asomaban de su nariz. No pude apartar la vista de esos pelos en toda la conversación. Mi cabeza intentaba traducir a Jonathan algo imposible de saber... ¿a qué había venido ese hombre? Pero mis ojos se sentían atraídos por lo que asomaba de esa nariz castellana... no los podía apartar. Es cómo cuando hablas con alguien que tiene un moco en la nariz... que no puedes quitar la vista de él!!!!
En fin, que al final, después de media hora de repetir las mismas preguntas, el hombre quedó en mandar sus libros al instituto. Eran ya las cuatro de la tarde y me dice: “Bueno, dile al chico ese (Jonathan) que me acompañe a la puerta y que me diga donde puedo comer.”

2 comentarios:

Chelo dijo...

Y no sabes el nombre de ese personaje? A lo mejor es una eminencia y tú riéndote de su bolsa de supermercado y de los pelillos de su nariz.Si sabes algo más del español castizo, infórmanos. Todo esto si sobrevive a la comida londinense. Yo creo que Jonathan lo mandaría al Pret a Manjer (no sé si se escribe así) para fastidiarlo por el escándalo en la biblioteca.

Luis dijo...

Vi el titulo de uno de sus libros y no prometía demasiado